domingo, diciembre 03, 2006

Basurero para reciclar sobrantes

En México somos reactivos. Más que eso, sólo somos reactivos. Todos las naciones lo son, desde luego, pero exageramos. Y monolíticos. El sector ilustrado, digamos, debe apoyar la ley del libro, traducida como debe estar a favor del precio único. Estoy a favor del precio único (aclaro, no me avayan a mal ver), pero no creo que sólo exista el precio único como salida. El apoyo para la creación de librerías tendría un efecto igual de benéfico, así como la creación de becas para estudio y de becas de profesionalización, digamos que alguna dependencia, por concurso sería mucho mejor, pague a un cierto número de personas para que elijan dedicarse a vender libros. Desde luego, becar a los libreros existentes para que mejores y se capaciten, pero esa parte es la obvia. Lo interesante es que egresados de maestrías y doctorados tengan, digamos, cinco años asegurados de un sueldo equivalente al que ganarían en otras partes para dedicarse sea a poner una librería sea a trabajar en una o varias y llevar el oficio al dignísimo nivel que tenía. Lo mismo para encuadernadores, para impresores, y tantos etcéteras. Pero se vuelve, con demasiada cotidianidad, asunto de todo o nada. No hay librerías en México, lo que significa que hay muy pocas y las pocas se están convirtiendo en ningunas. Apoyemos la creación de librerías y que los grandes grupos editoriales apoyen la creación de liberías con capacitación, buen servicio, crédito y consignaciones. Los grandes grupos consideran adecuado tardarse 15 días en entregar los pedidos, y no creen tener nada que ver con el problema de la falta de librerías, además de que no surten pedidos pequeños. Recuerdo hace años una llamada a Planeta sobre una colección de autores jóvenes españoles. Después de varios días de llamadas donde nadie sabía nada, logré hablar con un editor quien, como toda respuesta a mis preguntas terminó preguntándome: ¿cómo se enteró que existe esa colección?, pues él debió investigarlo: lo leí en el periódico, le respondí y supe que nunca vería ningún ejemplar de esos libros (y así fue, nunca los he visto). Nosotros mismos, en la editorial, luego somos guandajones, jenízaros, grávidos y poco gentiles, aunque intentamos no serlo. Mi pregunta es por demás sencilla: si el sector completo está de acuerdo, ¿para qué hace falta la ley?

La razón me llegó con esta feria tapatía de vanidades: quieren bajar precios para crear un mercado rentable de libros de bolsillo. ¿Les interesan las librerías? No. ¿Les interesa la diversidad? Mucho menos. ¿Les interesa la edición? Como medio.

Lo de siempre, los grupos editoriales españoles quieren un basurero para reciclar sus sobrantes. ¿Quienes resultaron fundamentales para el precio único? Random House Mondadori, Planeta y Alfaguara.

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