jueves, diciembre 31, 2009

Para los libros antiguos...

Recuerdo la frase: para los libros antiguos, imprimir y editar son sinónimos. Ahora, parecen antónimos.

miércoles, diciembre 30, 2009

Nada, sin reglamento

Termina 2009 y no hay reglamento para la ley del libro. La anterior ley nunca tuvo reglamento. La presente no lo tiene. El 20 de abril, del 2008, se votó la tal ley. El 23 de julio, también del 2008, la firmó el presidente. Para abril o para mayo, del 2009, se prometió el mentado reglamento. Acabó 2009, no hay reglamento, seguimos, para cuestiones prácticas, sin ley del libro, lo cual significa: seguimos sin precio único.

martes, diciembre 29, 2009

Si te tardas más de dos semanas en leer una novela

If you read a novel in more than two weeks you don't read the novel really.

Philip Roth


¿Cuántos lectores de novelas existirán en el futuro? Maybe more people than now read Latin poetry, but somewhere in that range.

Quizá...

...como toda negligencia

Claro está que la mala poesía es extenuante para la cultura, es nociva, como toda negligencia.

Osip Mandelstam

domingo, diciembre 27, 2009

El mundo está deshabitado

Diecisiete ejemplares vendidos, once de ellos a precios de mayorista, a bibliotecas municipales de ultramar. En camino de ser alguien. (Pausa.) [...]
Jamás conocí silencio semejante. Como si la tierra estuviese deshabitada.

Samuel Becket, La última cinta de Krapp.

[traducción completa en Ñusléter]

Prueba de humanidad

La prueba de Türing (test, le dicen muchos) sirve de cedazo: separa los animales [humanos] de las máquinas. Como por la red hay más bichos [programas] que animales, ensaya distinguirlos para eliminar la comunicación indeseable [spam]. Captcha le llaman a esa particular versión de la prueba. Google la hace cuando alguien le pide ver varios libros a la vez. ¿No podrían poner a leer sus libros digitalizados para ver lo que no logras descifrar? A veces leer sus libros es imposible.




Algunos páginas son lugares solitarios. Nadie parece haber posado sus ojos en ellas.

Años después, no muchos, pero algunos años después, regresé a la bilbioteca de la universidad donde estudié [no lleva nacional de apellido, por cierto] y quien pulsa estas teclas es el último lector en pedir en préstamo las obras del grande Pierce. La certeza, con todo, de que existen los gordos tomos de Pierce en ese lugar es importante, muy importante.

Google quiere vender publicidad y lo hace de modo nuevo, interesante, propicio en ocasiones. Pero su misión es hacer dinero por medio de la venta de publicidad. Esa página es un pequeño error que no le importa encontrar. La calidad de la digitalización no es su prioridad.

¿Por qué no digitalizan en serio las bibliotecas sus propios fondos? Nunca, antes, nadie se había preocupado por la duplicidad. Ninguna biblioteca deja de comprar un libro porque otra biblioteca lo tenga.

Y, al parecer, la misión de una biblioteca pública es poner a disposición de la mayor cantidad de lectores los libros que alberga. Nada más, y nada menos.

Animales quienes leeremos los libros, no bichos. Si no es para que leamos los libros, ¿para qué digitalizan? ¿Sólo para vender...?

viernes, diciembre 25, 2009

Bostoniano

En 662,500 dólares americanos se vendió la primera edición [1827] del primer libro de Edgar Allan Poe. ¿Cuántos habrá vendido de esa primera edición? La firmó como A Bostonian





La imagen es de Christies, y de la subasta tuve noticia por Re:print.

jueves, diciembre 17, 2009

¿Cuál es la diferencia entre editorial y sello editorial?

Me preguntan cuál es la diferencia. Editorial es la empresa, el sello editorial es la marca. Valga, en las pequeñas la empresa y el sello editorial es una y la misma cosa. En las grandes o muy grandes, la empresa es una (Planeta, por ejemplo) y los sellos son muchos. Random House, en lengua española, tiene unos muchos sellos, pero lo curioso es que Random House es, de hecho, un sello editorial de Berstelmann. Luego, todos los sellos bajo los cuales publica en español Random House son sellos de Berstelmann.

Retrato exacto de la hechura actual de libros: tienen marca, los sellos. Y tienen marca, los nombres. Razón por la cual importa el nombre que aparece como autor, no tanto lo que escriba. Pensemos en Loaeza o, en otros lares, en Palin.

jueves, diciembre 10, 2009

Voy a volver teclas mi teclado

Ya lo hice una vez y nadie me detendrá: convertiré mi teclado desobediente en puras teclas discursivas. Dame una e, le digo, y queda en silencio. Escribo 456 y nada pone. Hemos llegado al final, o cambio de manera de pensar o deja de ser mi teclado... No soy Perec para silenciar la e, lo siento pálido amigo...

Una imagen vale más que mil palabras

pero, ¿para que quieres una imagen si tienes mil palabras?

No puedes, dice Craig Ward, obligar a leer a la gente, pero puedes hacer que lo deseen...

La interpretación de los sueños ¿editoriales?


De los 600 ejemplares de la primera edición de La interpretación de los sueños se vendieron, cuenta la leyenda, unos 300. El editor tardó nueve años en olvidar ese hecho para volver a editarlo. Ahora lo ponen a la venta en el glorioso precio de 24,500 dólares americanos, unos 318,500 pesos mexicanos. Freud obtuvo por concepto de regalías cualquier cosa.

Extraigo dos sencillas moralejas. Primera, nadie recuerda al editor del libro de Freud, porque lo importante era, y es, el libro de Freud. Los editores no somos los importantes, no lo hemos sido y no lo seremos. Cualquier predicción sobre el futuro del libro debe tenerlo presente. Sin ese editor, Freud seguiría siendo Freud. Claro, sin ese editor, pero con algún otro. La mediación es importante cuando se realiza, razón por la cual los editores han desempeñado un papel importane en la cultura y lo seguirán desempeñando. Segunda, los grandes libros algunas veces tardar mucho en permear su pensamiento. Ha pasado y de seguro volverá a pasar. No es del todo imposible que la obra fundamental para hacérnosla con el siglo 21 haya sido puesta en la red por alguien hace apenas unos años y nadie, o casi nadie, se haya enterado todavía. La posibilidad es real. Ahora, puede ser tan malo el siglo que no pase nada, nadie puede asaegurlo...

La imagen es de AbeBooks

miércoles, diciembre 09, 2009

Bitácoras y peluches

¿Recuerdan los frascos azules de crema Nivea? De niño acaricié la idea de poner ambas dos en los flancos ambos también de la bicicleta mía. Recuerdo, todavía con sorpresa, un taxi en el cual había una de las susodichas con un foco dentro que, sincónico, prendía cuando el diestro chofer pisaba el freno. Era un niño, sabrán disculparme. Hay bitácoras cuyos autores sienten que poner todo, en verdad, todo colgado en ellas, es no sólo un gusto inenarrable, sino un gozo inmmerecido para quienes intentamos leerlo. Y muchas veces la máquina inicia con una música que no me interesa, con cientos de fotos que se tardan, con gadgets complejos y numerosos. Es queja, desde luego. En mi descargo tan sólo señalo: en el mío blog no hay frasco alguno de la nieve mentada.

domingo, diciembre 06, 2009

La red profunda o cómo ir más allá de Google

Apareció hace no tanto el libro Going Beyond Google. The invisible web in learning and teaching , hecho del cual me he enterado por la reseña de Elena Maceviciute. La red profunda, la web profunda, la red invisible, la web invisible, todos son términos para referir a un hecho cierto y que no repetimos lo suficiente. La cantidad de datos sistematizados por Google y otros servicios parecidos es una parte mínima de todos los datos que están en internet. Me topo con frecuencia con la convicción de muchos de que en Internet no hay casi nada interesante, lo cual es sorprendente, pues para mí es una mina de oro inmensa donde, casi siempre, encuentro algo interesante. Antes respondía, será que no buscas nada interesante. Ahora sonrío y pregunto: ¿qué te gustaría encontrar? El primer capítulo puede leerse en la página del editor, ejemplo de la internet no tan profunda, pues el tal capítulo no se encuentra en los primeros diez resultados de Google.

¿El informe omniprom?

Me entero por nota de La Jornada del Informe Omniprom 2009 sobre el libro en México. El informe está un tanto cuanto escondido en la página de Omnicrom, pero puede encontrarse. Sistematiza información de varias fuentes, pero sobre todo de la Cámara Nacional de la Industria Editorial, mal inicio. La Cámara sólo contabiliza a quienes son socios de la cámara, lo cual deja fuera a muchísimos pequeños y no tanto. Además, en el Informe Omnicrom, cuenta como privada al Fondo de Cultura Económica, que es pública, cuenta como pública a la Conaliteg, lo cual es del todo correcto, pero no cuenta ni como públioca ni como privada a la UNAM, o a la COmisión Nacional de Derechos Humanos que publican harto y mucho.

Reconozcamos que saben hacer promoción, pues el tal informe no es sino un comercial enorme de lo que ellos ofrecen y su librería en línea no tiene desperdicio, ahora, quizá mejore después, es la imagen de cómo en el futuro, que nos prometen a todos alcanzar, se verá hermosa y cachetona.

Y, a vuela pájaro, el mensaje que me deja es claro: n‘ombre, en México leen tan poco y les gustan tanto los monitos que el libro electrónico será una ma-ra-vi-lla para las editoriales españolas.

La industria de la piratería es robusta en México, tanto, que si existiera demanda, venderían copias ilegales de Wikipedia. [Como anécdota, ahora veo algunos puestos de películas piratas especializadas en “cine de arte”, de existir demanda, ya habría puestos de ebooks y libros para Kindle]

Me quedo con parte de su diagnóstico de la distribución, necesitamos distribuidores robustos que puedan surtir en tiempo y forma cualquier libro publicado en México. No existe y, por lo que veo, ellos tampoco serán la solución, aunque fuera maravilla equivocarme...

sábado, diciembre 05, 2009

Razones varias para no contar las páginas

Ensayé alguna vez contar las páginas de los libros, es decir, utilizar las páginas como medida de análisis para la producción y venta de los libros. No logré nada por la sencilla razón de que no vendemos páginas, vendemos libros. De cierto, la producción de los libros sí puedo analizarla por página, pero en el momento que encuaderno se da el paso fundamental, la metamorfosis. Un hato de hojas no es un libro, es un hato de hojas, es decir, un montón de páginas producidas, sí, pero no hechas libros. Al transformarlas las convierto en algo más, un conjunto de páginas que se tornan unidad: un libro. Desde 2006 pueden verse nuestros libros en Google Books, no todos, pero sí varios. A la fecha han sido vistas 186.955 páginas, de un total de 26.712 vistas. Lo que financieramente ha significado una ganancias de 6.99 dólares por ingresos publicitarios, que es mi saldo a favor en Google. Y un promedio del cero punto nueve por ciento de compras. Es decir, en 46 meses se han enlazado para comprar (sin que necesariamente lo hayan hecho) apenas 232 veces. Nadie ha leído un libro completo en pantalla, aunque lo pueden hacer.

La imagen que tengo es la siguiente: dejo un altero de mis libros en el suelo junto a cualquiera de los anaqueles de la sección de literatura de alguna biblioteca. Alguien, ocioso, va contando las veces que la gente, al pasar, patea los libros míos y me manda el informe detallado. Con un dejo de ironía, señala, también puntual, las veces que al patearlos tira alguno o algunos, y señala el título y, de ser el caso, si la persona lo levantó hacendosa, lo deslizó con el pie, para que no estorbara o le dejo su impronta, al pasar por su encima.

Porque leerlo, lo que se dice leerlo, nadie, pero algo hay que medir, si no el aburrimiento sería ecuménico.

El olor de los libros viejos

Aparece en Analytical Chemestry un artículo bastante interesante sobre el olor de los libros antiguos o viejos, degradonomía material. La idea es bella, aunque la degradonomía es un tanto extraña, como palabra. Los libros se deterioran, por muchas razones: la cantidad de ácido que contiene el papel, cuánto ataque ha sufrido de parte de organismos (bacterias y hongos, sobre todo), de parte de insectos y otras alimañas (entre las cuales incluyo a esa plaga infame de los homo sapiens sapines, que tantos libros han desaparecido), el ataque disfrazado de conservación (asesinan la encuadernación para salvar el libro, lo lijan con gomas suaves para evitar el dañino tratamiento químico, lo torturan gentilmente con ácidos amigos). Huele, y entre peor se encuentra, peor huele. En el artículo señalado tratan de crear una expresión numérica a esos daños por medio del olor. El siguiente paso, desde luego, donde radica mi entusiasmo, es construir un medidor de esos compuestos orgánicos (y semi orgnánicos) volátiles, medidor exacto que nos diga cuál libro, o documento, precisa intervención urgente. Claro, se limitan a ciertos indicios, indicios sobre el deterioro del papel por el papel mismo, es decir, por cómo reacciona el papel, a partir de su producción, de su hechura, con el ambiente a lo largo del tiempo. Es, pues, el inicio, pero no estará lejos, espero, un aparato sencillo y barato para diagnóstico de libros y de colecciones. Porque bien visto, la duración del papel se mide en milenios, ya quisieran los libros electrónicos durar al menos decenios...

Digitalización de calidad, páginas de calidad

Hablamos de Google y su proyecto, de la impresión bajo demanda, o por encargo, o lo que sea. Hablamos de la auto edición. Pero en verdad se habla poco de la calidad. Los libros de Google no tienen el menor control de calidad. Hay páginas ilegibles, hay páginas, incluso, donde aparece la mano del digitalizador en turno, bueno, exagero, no la mano, pero sí al menos cuatro dedos. Y los demás proyectos andan por las mismas, sea Internet Archives, o Gallica. Claro, hacer libros, desde cualquier punto de vista y con cualesquier tecnologías deseadas o sufridas, no es un asunto mecánico, es un asunto artesanal, muy artesanal, página por página. El único modo de hacer un libro bien hecho es hacer cada página bien hecha. Y nuestro afán dispone de casi todo. Es barato, barato, hacer tipografía, pero no es sencillo hacer una buena tipografía. Es barato imprimir, pero no lo es imprimir páginas estéticas, exactas, legibles. Es barato, muy barato, digitalizar, pero no lo es hacerlo bien y revisar página por página que sea legible, que no tenga elementos innecesarios (en algunos casos los subrayados son importantes, digamos los subrayados que hizo el grande Moore en su Tractatus de Wittgenstein, por ejemplo, pero en casi la totalidad de los demás casos los subrayados sobran y la tecnología nos permite eliminarlos), que estén todas las páginas. Es decir, para hacer un libro hay que editarlo. Lo mismo con las ediciones de autor. Hay ejemplos excelentes, pero la mayoría publican lo que, nos sin gracejo, llamábamos manuscritos, vlago, textos sin editar. Páginas hórridas llenas y plenas de blancos oligofrénicos y frases inacabadas. La tecnología nos propone sendas, pero debemos recorrerlas, el fin no es poder imprimir lo que sea, el fin es poder hacer más de lo mejor que hemos hecho en los últimos siglos con inversiones cada día menores. Podemos llegar a la pluralidad si conservamos la calidad. De otro modo, todos editaremos, mal, lo mismo...

viernes, diciembre 04, 2009

¡Acceso libre ahora!

Sabemos de donde proviene la tensión. Por una parte, la difusión del conocimiento por medio del acceso libre y, por la otra, el reconocimiento, es decir, los puntos académicos. Mientras la edición electrónica no sea reconocida como edición seria, digamos, y tenga las mismas recompensas curriculares, poco se avanzará. La misión de las universidades es crear y difundir el conocimiento, hacer sus libros de acceso restringido (a veces pareciera que guardan sus libros en bóvedas para que nadie, en verdad nadie, pueda leerlos) no es la mejor opción. Hacer libros cuesta dinero, da igual si se imprimen o no en papel. Y se pueden hacer excelentes libros que nunca se impriman en papel, que tengan el muy humilde oficio de ser leído. El artículo sobre dar acceso libre a los libros de texto universitarios (¿no es la mejor forma de hacer gratuita la educación?) me lleva al libro de Gary Hall. Todos ganamos, porque entre más estudiantes entran en las universidades, menos ejemplares de los libros de texto hay en las bilbiotecas. El propio libro de Hall es buen ejemplo, 60 dólares la edición en pasta dura para bibliotecas...

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