domingo, septiembre 18, 2011

Palabras iluminadas

La universidad de Saint John comisionó lo impensable: crear una Biblia iluminada. No parece mucho, en principio. El día 15 de septiembre anunció haber acabado el proyecto. Lo interesante, en este caso, es la forma de producir la Biblia y la forma de producir las ilustraciones. Producir es una palabra impropia. La Biblia ha sido escrita a mano, mejor, ha sido caligrafiada como quizá no se había hecho en más de 500 años. Es un ejemplar único hecho con paciencia, arte, limpieza y toda la ayuda tecnológica posible. Hojas de oro, pigmentos precisos, plumas recortadas. Línea a línea por un calígrafo a la altura del arte. Ayudado por una computadora para crear la ruta precisa. Debió, incluso, inventar formas de letras nuevas. únicas, para el proyecto. El sueño del calígrafo.




Las imágenes son el segundo paso a la espiritualidad del texto. No son ilustraciones en el sentido común del término, son meditaciones espirituales sobre el texto. La belleza es inevitable.




Trece años en producir el libro. Si alguien nos preguntara: ¿qué libro elegirías para hacer una edición caligrafiada e ilustrada?; la respuesta no sería, ni de lejos, sencilla. Es un gesto, curiosamente, muy contemporáneo. En la época de la reproducción digital la única forma de garantizar lo sagrado es por medios elementales, humanos hasta su última expresión. Escribir a mano permite recuperar lo sagrado. Es el mismo impulso con los libros objeto o con los libros alterados. Ante el evidente vacío de sacralidad, ante la más absoluta cosificación, objetivación, nadificación de los libros, intentamos transformarlos en otra cosa: arte, palabra sagrada, decoración en el caso mínimo. No queremos perder la veneración por lo libros. Al libro electrónico se le teme. Nos hablan de lo hermoso que es tocar los libros, de lo bonito que huelen, de cuánto gusto y contento entraña ir a las librerías, de las fantasías con las y los bibliotecarios, o con ambos, si a fantasías vamos de muchos, porque no pueden refutar lo importante: un libro está hecho de palabras. Sea la Biblia escrita a mano por Phillipe Patterson, sea la caligrafiada por Donald Jackson, sea la Biblia del proyecto gutenberg, o de las internet archive, o cualquiera para el Kindle, la Biblia está hecha de palabras. Y el valor de cada libro está en ser las palabras que es en el orden en que están. Nada más y nada menos. Alguien ordenó las palabras del Ulises del grande Joyce. Hizo un ejemplar con ese texto ordenado según su jerarquía alfabética. Así, el libro comenzaba con muchas a repetidas y seguí ya no recuerdo de cuál manera. Es posible, con la tecnología actual, reunir todas las palabras usadas en ese Ulises y escribir un nuevo libro que use todas y cada una de esas palabras sin que falte ninguna y que repita el mismo número de veces las que repite el original. Es decir, un programa que nos permitiera escribir con el vocabulario exacto, las comas exactas, los puntos exactos, del Ulises, pero en orden distinto. Ocioso, un tanto geek, pero no sería, ni de lejos, el mismo libro. Será mejor o seguramente peor, pero distinto. No es gratuito, para nuestra cultura, la elección de la Biblia. No se elige a Dante, ni a Homero ni a Joyce ni a Henry Miller, por citar a alguien que buscaba también lo sagrado. La Biblia es donde encuentra el libro la serenidad de lo sagrado. No queremos verlo. [En lo personal, me resistí como gato panza arriba, como dicen en mi pueblo. Me negué a leer en digital por necio, por malhora, por soberbio, por torpe, por ignorancia, vamos. Cuando leí algo en un Kindle prestado me sorprendí al extremo. Me resistí a comprarme uno, puse miles de excusas. Cuando lo obtuve comencé a leer más que antes. Es un instrumento poderoso, muy poderoso. Y seguimos reflexionando sobre el libro digital, sobre el futuro o los futuros del libro. Señores, señoras, niños y niñas editores y editoras, autores y autoras, libreros y libreras, etcéteras y etcéteros, dejemos de dar vueltas al asunto y comencemos. Hay mucho por hacer para tener los más libros electrónicos disponibles. Fin del paréntesis, se dice en estos casos]. No queremos verlo. El libro electrónico ha liberado a la palabra de lo sagrado, ha logrado, por fin, volverla mundana, fluida. Le ha quitado el peso de lo eterno. Sí, los libros perduran y es el problema precisamente. Somos editores, o libreros, o autores, no somos archivistas. Los archivos son fundamentales para la civilización y es labor de todos ayudar a la preservación, pero no es nuestro oficio. Mal cuando un editor edita para el futuro. Mal cuando un autor escribe para el futuro. Los libros han de dejado de estar bajo el yugo de la eternidad. Algo, como siempre, sobrevivirá, pero la mayoría, como ha sucedido, desaparecerá. ¿Qué siente al saber que la palabra ya no es sagrada? Nunca ha escuchado: ¿es que cualquiera publica ahora lo que sea? Yo sí. Y también: ¿eso no es un libro, yo podría hacer así muchos? Claro, lo dice quien no ha hecho nunca ninguno. Estamos en el paraíso, si se me permite el gracejo, nunca habíamos tenido tanto y tan bueno para leer lo que se nos dé la real y sagrada gana.

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