martes, diciembre 18, 2012

¿El aburrimiento mediado por computadora?


En el año del señor 2007 se patentó un sistema para escribir, promover y distribuir material bibliográfico, los antes llamados libros.

Los libros se escriben de acuerdo al formato deseado. De hecho, el libro puede escribirse sobre pedido. En cualquier idioma deseado.

El costo de producir cualquiera de tales libros es de 30 centavos de dólar. 

Al día de hoy Amazon lista 106591 títulos escritos por este sistema. Todos disponibles en papel, pocos en electrónico.

Su siguiente reto: escribir novelas románticas.

La creación automática de contenidos.


En el año del señor 2008 un programa de computadora escribió su primera novela.

El programa lo desarrolló una editorial.

Amor verdadero, la llamó. Variación de Anna Karenina, pero con el estilo de Haruki Murakami.

Tardó 72 horas en escribirla, a partir de las obras de Tolstói y las traducciones rusas de Murakami.

Los personajes se encuentran de pronto en una isla desierta, padecen amnesia. Saben quienes son, pero no recuerdan si están casados.

Tampoco recuerdan si tienen hijos. Tienen la oportunidad de rehacer sus relaciones. De eso trata la novela.

Algunos autores comentan que ningún programa nunca podrá substituir a los autores reales.


Sigue: creación de avatares para que nos lean las noticias escritas por programas de computadoras de acuerdo a nuestros intereses.

Variaciones al infinito de la misma historia.

En algunos lustros se mirará con desconfianza al autor que sepa escribir sus historias. 

Como ahora se mira con extrañeza a quien sabe extraer la raíz cuadrada de un número usando lápiz y papel.

Las grandes librerías querrán desplazar a los grandes grupos editoriales.

Los grandes grupos editoriales querrán desplazar a las grandes librerías.

Los grandes autores querrán desplazar a las grandes librerías y a los grandes grupos editoriales.

Las editoriales querrán desplazar a los autores.

Los autores querrán desplazar a las editoriales.

Muchos lectores sólo querrán divertirse.

Algunos pocos, por el placer de entender.

Algunos pocos, por estar en los zapatos de otros.

¿El aburrimiento mediado por computadora?

¿El aislamiento mediado por computadora?

¿La soledad mediada por computadora?

El final de la ironía, de la sutileza: el reino de la literalidad.

¿El reino de los lectores profundamente superficiales?

¿Y si liberamos a los libros del comercio?




domingo, octubre 14, 2012

Q

La Q es la letra que se permite más caprichos, dado que el elemento que la caracteriza es la facultad de menear el rabo a gusto.

Italo Calvino

lunes, octubre 01, 2012

La comercialización de los libros dejó de ser el objetivo de la comercialización de los libros


La comercialización de los libros dejó de ser el objetivo de la comercialización de los libros.


No es la impresión la que se volvió obsoleta, es la tipografía. 

El tipo móvil, de pronto, se volvió estático. Inamovible. 

La tipografía permitió fijar el texto, volverlo el mismo texto para todos los ejemplares. 

Nadie lee dos veces el mismo libro dejó de ser metáfora.

Si quieres que la pantalla parezca una página no has entendido el libro electrónico.

Ya hay aplicaciones para eliminar el formato de los textos en la web, quitarle la basura. Pronto las habrá para los libros electrónicos.

Así es, basura. Para muchos tu codificación estorba para leer. ¿No es claro?

Así es, todas las especificaciones que tan laboriosamente haces se evaporarán. El lector leerá como se le dé la gana.

¿En verdad extrañas las cursivas en Twitter? ¿Todos los días?

La rentabilidad migró, y se nota.

Si crees que el problema es la visibilidad de los libros tu problemas es que quieres que te vean, no es que quieras ver.

Si preguntas aquí: ¿qué significa tal palabra?, ya sabemos cómo buscas los libros…

Leer fue, es y seguirá siendo minoritario. Antes era arduo y difícil, ahora no.

¿Defiendes el libro, defiendes tu profesión, defiendes tus ingresos o defiendes tus intereses? 

Si los autores no necesitan ya de las editoriales, las editoriales van a prescindir de los autores. Asumamos las consecuencias.

Si tu mejor propuesta es seguir haciendo los libros como se hacían hace un siglo…

Tipografía + vanguardia = publicidad. La historia del siglo XX.

Defender al libro significa defender a los lectores.

Que cualquiera pueda leer cualquier libro en cualquier medio en cualquier momento es la utopía.

jueves, septiembre 20, 2012

8. ¿El acceso absoluto elimina el valor?


¡Filtros, filtros, filtros, necesitamos filtros!, nos dicen una y otra vez quienes defienden la superioridad moral del papel negando su dignidad. ¡Qué alguien nos diga si lo que se publica es bueno! Pues sí, quieren una guía y la guía no existe y, por desgracia, no existirá. 

En burlas veras decía sobre el simposio malhadado, segundo él, que necesitan saber de antemano si un libro es bueno o malo porque temen que les vaya a gustar mucho algún libro malo. Claro, se habló de Joseph Philip Roth y Wikipedia. ¿No es el autor, decían, la mayor autoridad sobre su obra? Concedamos que sí, el problema, como bien señalada Cory Doctorow, es que la autoridad central en Wikipedia no existe, es una autoridad sin centro, cambiante. Necesita una fuente externa, en primer lugar, y secundaria, en este caso alguien distinto al autor. ¿Por qué?, porque es un proyecto comunitario. El resultado no es nada malo, debemos decir, aun cuando tenga sus asegunes.

¿Y los libros? Hay muchas confusiones. No creo que la proporción de libros malos haya aumentado en los últimos cien años. Sólo si no han ido a librerías podrán asegurar que la mayor proporción de lo que se edita es bueno. Seguimos con una actitud reverencial a lo impreso, como si fuera palabra sagrada. No lo es. Si está impreso sólo significa que está impreso. Ni es un texto condenado a perdurar por todas las generaciones futuras ni es tampoco un texto merecedor de conservación o análisis. Hay libros sobre cómo realizar viajes astrales, cómo prepararse para su siguiente reencarnación (nunca hay, al parecer, una primera), cómo elegir marido o marida, cómo deshacerse de su marido o marida y un largo y enorme etcétera.

Sabemos ha mucho que si un libro se vende en grandes cantidades no significa que sea malo, como también sabemos que si un libro no se vende nada no significa que sea bueno. Que a David Markson le hayan rechazado más de 54 veces su novela no significa que todas las novelas rechazadas sean obra de un genio.

Filtros. La educación y la salud se han encarecido, precisamente, para establecer un filtro. La publicación académica también (en lengua inglesa). 

Cuando iniciaron los podcast se decía que era el fin de la radio. No lo he escuchado, ese fin parece muy lejano. El problema, como en todo, no radica en la facilidad de publicar o no, el problema es que escribir, editar y publicar implican constancia y esfuerzo, que pierden muchos rápidamente. Muchos quieren dinero y buscan manera de vender su libro, como autores o como editores. 

Los lectores de Quevedo no son legión y nunca lo serán. Pero es muy bueno que cualquiera pueda leerlo y cualquier pueda editarlo. Descubrir autores interesantes por medio de Twitter o Facebook o la publicación directa es una maravilla que muchos prefieren ignorar.

La mayoría de las personas en el mundo no lee ningún libro al año, así de sencillo. Quienes leen son una minoría que, por primera vez, tienen acceso a muchos libros y a publicar muchos libros. 

Había y hay candado para que no se pueda leer (revisas académicas, libros digitalizados, libros electrónicos) y candados para que no se pueda publicar. Desaparecen, pues es imposible mantenerlos con los libros electrónicos. 

Hacer público no significa hacer público lo bueno o lo apreciado, significa hacer público lo que sea, bueno, malo o regular. La tentación de la censura es enorme y es peor cuando toma la forma de límites comerciales, defensa de derechos o salvaguardas ideológicas, religiosas, etc. El acceso absoluto no disminuye ni elimina el valor, lo restituye a su dimensión comunitaria, precisamente la preocupación de muchos.

domingo, septiembre 16, 2012

40 trinos sobre el libro electrónico


1. Hagan libro electrónico. Háganlo en Word si no conocen otro medio y conviértanlo. 

2. Repitan como mantra: la tipografía es una tecnología, las tecnologías se vuelven con el tiempo obsoletas. Superadas o poco pertinentes.

3. La extensión del libro tenía que ver con el papel y la encuadernación. El libro electrónico no es de papel, la extensión es libre, 1 o 10 000 páginas.

4. Si les preocupa el lado artístico del diseño, hagan arte y en sus ratos libres libro electrónico, aunque sea en Word. Luego aprendan a codificar y compilar y logren libros electrónicos realmente artísticos.

5. ¿Dónde pongo una ventana en una ventana? es una pregunta o muy profunda o muy tonta. El libro electrónico es una ventana…

6. Si a la pregunta de si leen en pantalla responden negativamente pero usan Twitter son un caso perdido...

7. ¿Por qué las bibliotecas [librerías, orfanatos, hospitales, paleterías,  congales, escuelas, aerolíneas] no editan libro electrónico? 

8. Las lápidas son para la posteridad y tampoco duran. 

9. /títutlo/El proceso/título/
Sí, así de "complejo" es el HTML5.

10. Entienda el HTML5 a la manera en que entiende el offset. Sabe qué hace, sabe incluso cómo lo hace, pero no podría operar una máquina. 

11. Tipografía digital es una forma de la nostalgia. El lector puede cambiar todo, acostúmbrese. 

12. Si no le gusta compartir, ¿qué hace en twitter?

13. Todo libro en papel es único, todo libro electrónico es el mismo libro. Esa es la diferencia.

14. Si le preocupa la rentabilidad vaya al banco o a las cámaras empresariales, como cualquier otra empresa. 

15. La mayoría de los escritores, como la mayoría de los actores, ganan poco dinero con su trabajo. Que algunos ganen mucho no invalida lo anterior.

17. Vean Don’t Fear the Internet para empaparse de HTML y CSS 

18. Vean PressBooks para hacer su primer libro electrónico. Hasta 5 es gratis. Ya pueden hacer los primeros 5.

19. Vean Scrivener  para hacer también su primer libro electrónico.

20. Al terminar este trino [me dio por lo cursi] comience su primer libro electrónico. En serio.

21. Si crees que la solución son becas y apoyo necesita terapia, consiga ayuda pronto.

22. Ya no queremos Simposio, queremos libro electrónico.

23. La mayoría de las editoriales desaparecen. Algunas en pocos años, otras en mucho años. 

24. Desde hace al menos 400 años hay editoriales, ninguna de las actuales tiene esa edad. 

25. En 1990 se pronosticó que en el año 2000 nadie haría negativos para libros mediante fotolito en México. Pocos lo creyeron.

26. En el 2000 se pronosticó que para el 2010 nadie haría negativos, todo sería directo a placa. 

27. En el 2005 se pronosticó que para 2015 toda la impresión de libros será digital. Hay quien lo duda. 

28. La mayoría de los libros serán #Libroelectrónico para el 2020. Mayoría significa: los leídos, los vendido, los comprados, los prestados, los comentados…

29. Cuando una tecnología se vuelve obsoleta y desaparece como oficio renace una generación después como actividad e clases medias con preocupaciones espirituales.

30. Vean Kindle Previewer 

31. Vean Calibre, no es lo mejor, pero sirve.

32. Vean Jutoh.

33. Si les proponen "formar" libro electrónico y les quieren cobrar por página un poco menos de lo que les cobran en papel, aléjense.

34. Los costos de traducir, corregir, cotejar, marcar, leer, son exactamente los mismos. 

35. Si lee ahorre y compre un Kindle  o un Papyre (unos 2000 pesos en México). Le saldrá más barato.

36. Su primer libro electrónico será probablemente horrible. Bórrelo e inicie con el segundo.

37. Si quiere vender libro electrónico debe ser una empresa, persona física o moral. 

38. Si quiere vender libro electrónico necesita ISBN y el ISBN cuesta. 

39. Amazon es una opción real. Investíguela. No necesita ISBN, no necesita ser empresa. 

40. Hay que ayudarnos. [Aquí ponía mis datos, que están en la cabecera o en el costado].

*  *  *

La solución es colaborar, la única forma de poder competir con los gigantes es colaborar, por eso están tan tranquilos.

miércoles, septiembre 12, 2012

7. ¿La rentabilidad es fundamental para los libros?


Si el libro tiene dignidad, decía, no tiene precio. Quienes defienden la superioridad moral del papel defienden, en muchos casos, el carácter absoluto del significado otorgado por el libro. La rentabilidad se torna esencial por el hecho de que editar es un proyecto. No hay editores de un solo libro. Y un proyecto necesita recursos. La tensión se torna extrema cuando asignan al libro electrónico el carácter de cosa material, simple estofa de comercio. 

El problema es doble. Por una parte el libro mismo como ventana al sentido, por decirlo así. Por otra parte la dignidad expresada en esa materialidad que, para sostener el proyecto, debe ser rentable. Vayamos por partes.

El libro es un objeto significante y logra serlo por medio de su materialidad medida y precisa. Es un objeto cuyas partes fundamentales, las páginas, despliegan su instrumento más preciado: la tipografía. La invención del tipo móvil y con él de las artes todas de la imprenta permitió crear una ventana a la comunidad. La tipografía nos lleva a los otros, pues los otros son el lenguaje fijado en la página. Inventó también al individuo como lo entendemos ahora. Permitió conectarse con otros por medio de esa ventana que es la mancha tipográfica. Bien lo decía Beatrice Ward, la buena tipografía es transparente, como una copa de cristal, como una ventana. Es un hecho fundamental. La tipografía significó el significado, permitió acceder al pensamiento y el sentimiento de los otros de una manera sistemática y permanente. Y lograr esa ventana fue históricamente costoso. La forma de hacer accesible esa ventana fueron el aumento de tirajes y los préstamos gratuitos: las bibliotecas. La justificación de la rentabilidad de las empresas editoriales (que fueron primero imprentas, luego librerías, luego editoriales) radicaba en la estética tipográfica y la nervadura de la que hablábamos antes. 

Las discusiones sobre la tipografía digital se tornan, a veces, delirantes y otras tristes. La ventana no se logra ahora por medio de la estética de la página, se logra con cualquier texto codificado, etiquetado, en una pantalla. Tan no es fundamental ya la tipografía que servicios por Readit son agradecibles. Leer como me sea más fácil a mí, no como lo decida ni el editor, ni el diseñador, ni… Quienes se quejan de la falta de precisión en los libros electrónicos son los mismos que se quejan de que no hay filtros, pues editar era filtrar y parece que deja de serlo. Ahora todos editan, sí, pero faltan muchos por editar. Pregunta sencilla, si no hay contenidos digitales suficientes en español: ¿por qué no comienzan las bibliotecas a publicar en electrónico? ¿Las editoriales universitarias especializadas? ¿Los maestros para los alumnos de su clase? Pensemos en los muchos contenidos de dominio público, ¿qué lo impide? Nuestras cárceles mentales, nada más.

Lo mismo con la rentabilidad. Ya no es necesario gastar mucho para lograr esas ventanas de sentido. En la biblioteca, en el salón de clase, en grupos de estudios, en apuntes específicos, en la edición gozosa (Ganso y Pulpo, por ejemplo) no hace falta hablar de rentabilidad. Porque, además, la rentabilidad desde el inicio estuvo unida al tiraje, a la cantidad de libros. Ya no existe el problema. ¿Editar para nadie? Sí, es posible y no es un problema. Editar para muy pocos. Editar para un momento. 

Parece pues que la dignidad no está unidad al precio. Quizá por primera vez. Lo que nos lleva a un lugar nuevo: el libro electrónico, cuando tiene dignidad, la tiene en verdad. Claro, puede venderse, pero también puede regalarse o liberarse.

 Digámoslo de una manera mucho más sencilla: por primera vez es posible editar sin necesidad de vender lo editado. Publicar, hacer público, sin necesidad de pasar directamente por el comercio. El proyecto Gutenberg señaló un camino, Unglue.it señala otro. Debemos inventar muchos otros.

¿Por qué no hay ninguna biblioteca en lengua española que tenga proyecto editorial electrónico? Me es un misterio. Pensarán que debemos ir a la página a leer y no podemos llevarnos los libros y tenerlos. ¿Por qué? Porque no se han enterado de la dignidad del libro electrónico.

miércoles, junio 20, 2012

6. ¿Deben existir fronteras para los libros?



El día de hoy los libros no pueden pasar fronteras libremente. Si viejos, por sus bichos perniciosos. Si nuevos, por sus tintas púmbleas. Si lejanos, por falta de invitación escrita. Si cercanos, por no declarar su procedencia. 

Hubo un tiempo cuando los libros eran buenos mensajeros. Creada la Unesco, el libro representó todo lo bueno que la humanidad tiene. Parte de la operación para restañar las heridas de la guerra mundial fue capitaneada por la Unesco al propiciar muchos y buenos libros. Una extraña antología de la poesía mexicana realizada por Octavio Paz y Samuel Beckett al alimón da testimonio de las muchas y buenas antologías realizadas. Además de que dio trabajo a muchos escritores que no tenían manera, después de esa guerra, de ganar el pan.

Estados Unidos y Rusia financiaban ediciones e intentaban que sus autores y sus libros tuvieran peso y presencia en los países de su interés. China es el último país que lo hace con ese celo ideológico. Pero ya no con demasiado éxito.

A veces los libros son víctimas colaterales, digamos, de otros problemas económicos. En la época de los tratados comerciales los libros tienen problemas para pasar fronteras. Lo peor, los libros electrónicos no pueden viajar tranquilos. Todo se deshace en las manos. ¿Dónde se produce un libro electrónico? ¿Se produce? ¿Cuál es su país de origen? ¿Cómo pasa una frontera un libro electrónico? Los límites, por ahora, los ponen los cancerberos digitales y les preocupan más los derechos de autor que cualquier otro derecho. El dinero, pues. 

La Unesco buscó que el precio del transporte de los libros fuera barato, pugnó por tarifas preferenciales de correo en todos los países del mundo. Ahora calla. Mientras no exista una acuerdo general racional sobre los derechos de autor imponemos fronteras inexistentes a los libros. ¿Dónde está la Unesco? En Europa, debo responder y esa sería toda la respuesta.

Pasamos del ideal regulativo de la libre circulación de las personas, las ideas y las cosas a la muy extraña libre circulación, no del dinero, de las utilidades de todos los dineros. 

¿Por qué las editoriales universitarias públicas, las editoriales estatales, los proyectos internacionales no liberan libros transfronterizos? Porque no les interesa la libre circulación de las ideas, cuantimentos de los libros físicos o metafísicos, les interesa el prestigio, el escalafón y los puntos académicos. Sencillo: su dinero.

Amazon parece libertario por eso mismo, nos dice que cualquiera debe poder vender su libro. Insisto, subrayo, canto sobre las cursivas señaladas: vender. El proyecto Gutenberg o el Internet Archive dicen algo muy distinto: cualquiera debe poder leer los libros. Todos los libros. 

En tanto mercancías, los libros de papel sufrían las mismas restricciones que las demás mercancías, con el añadido de que eran censurados y evitados por cuestiones nada comerciales. Algunos libros no podrían leerse en ciertos países. Sigue sucediendo y la censura, ahora, pasa por internet.

La frontera, ahora, es global. Todo es frontera, lo que nos produce un efecto paradójico. Podemos acceder a todo siempre y cuando todo produzca dinero a alguien. La nueva frontera es económica y los derechos de autor se convierten en su visa. Hay que distinguir entre pagar regalías por copia vendida (incluso prestada, incluso regalada, siempre y cuando sean regalías justas) e impedir la publicación o circulación por cuestión de regalías. Retribución contra censura. Frontera contra prisión.

Amazon aplica a los editores sus propios conceptos y los vence en su propio terreno. Les dice, nos dice, voy a regalar libros y para que no vociferes te voy a pagar como si los vendieras, al precio que me indiques. Como si le vendieran sogas para que los ahorque. Como decirle a Rowling, nada más tienes Harry Potter, yo tengo a los lectores y a los compradores…



viernes, junio 15, 2012

5. ¿La educación a partir de los libros de texto es la única posible?

La educación es una perversión, una desgarradura. Nos lanza al mundo por medio de sus símbolos más queridos, más deseantes: el alfabeto todo. La imprenta inventó el analfabetismo, el analfabetismo la infancia. Antes del mundo impreso la infancia acababa con el trabajo, al cual se entraba tan pronto se pudiera seguir una orden y realizar una labor. Enseñar a leer y a escribir se volvió un derecho, después, como casi todos los derechos, se volvió una obligación. Saber leer y escribir es una obligación ciudadana, la educación se vuelve necesaria y con ella nacen las escuelas y las bibliotecas públicas.

La educación desgarra, también, al individuo. ¿Educamos para que el individuo sirva a la sociedad o para que florezca como individuo? ¿Educamos para la sociedad, y nos guían las necesidades de la producción y reproducción física y simbólica o para el individuo y pueda ensanchar su mundo y sentirse bien y fluido? En el delirio la educación fanática: servir a la sociedad con convicción absoluta, ser individuo al eliminarse.

Claro, la educación se convirtió, cuando pocos sabían leer y escribir, en ascenso social. Cuando pocos eran profesionales, en éxito asegurado. Todo ello ha cambiado. Las escuelas de oficios desaparecen, ya nadie enseña para las manos, la educación debe ser necesariamente simbólica y el trabajo también. La migración se explica, pues, de los países menos alfabetizados a los más alfabetizados. El migrante trabaja con las manos.

El libro de texto representa pues la educación. Ir a la escuela es recibir libros o tener acceso a los libros que representan el saber y sólo por medio de esos libros puede llegarse al saber. La teoría científica, incluso, queda expresada mejor en el libro de texto. La nervadura sostiene y se alimenta del libro y del diploma y la certificación. Joseph Henry Vogel propone en el delirio que sólo quien pague por el libro de texto tenga acceso a ciertas páginas protegidas con valor para la clase de tal manera que quien no pague tendrá una calificación menor. Nada refleja mejor la idea: darle dinero a los editores es bueno para la academia, nos dice.
Amazon, Apple y, desde luego, los editores de siempre, desean crear un nuevo centro para la nervadura educativa. Sólo a través de contenido centralizados tener acceso a la educación.

La desgarradura parece ser nueva: diversidad o uniformidad.

La dignidad de los libros de texto no puede residir en su precio. La bibliotecas públicas, gratuitas, fueron y han sido fundamentales para la dispersión del conocimiento. Debe existir educación pública, debe existir educación gratuita. ¿Defender la nervadura?

El modelo anterior, la nervadura del papel, ha demostrado su absoluto fracaso. Cada día, como humanidad, estamos más educados y, pese a ello, somos más idiotas. Cambiemos. Vean los cursos en línea del MIT o de Yale. Estar ya no es ser. Vean la gran cantidad de videos en tutubo sobre cualesquera actividades oficiosas. Resolver dudas de casi cualquier oficio es sencillo y directo, pero no está sistematizado y podría estarlo.



[El hilo de la discusión:

¿La superioridad moral del papel?

1. ¿Los libros no pueden ser tan baratos?

2. La normalización del discurso

3. La alteridad como investigación de mercado

4. ¿Quién controla las publicaciones académicas? ]

 

 

 

 

domingo, junio 03, 2012

4. ¿Quién controla las publicaciones académicas?


Las publicaciones académicas fueron pioneras de la edición digital. Las importantes, las de mayor peso. Eliminaron costos y aumentaron precios, así de sencillo. Es el paraíso para sus dueños. El contenido lo generan los investigadores, pagados por sus universidades e institutos, ayudados con becas y fondos especiales. Lo evalúan otros investigadores pagados de la misma manera. Y, en el colmo, el proceso editorial, con una que otra ganancia, es pagado en muchos casos por los propios investigadores o sus instituciones. En ciertas disciplinas realizan el trabajo los propios investigadores por medio de TEX y pagan a la editorial pese a no hacer nada. Hasta ahora la editorial no ha gastado un centavo. Luego, venden suscripciones en grupo, caras hasta lo indecible. Lo mismo suceden con los libros académicos, en mayor o menor medida. Libros caros, por arriba de 100 dólares para las ciencias sociales y caros al extremo (varios miles de dólares) para las ciencias exactas.

Su contrapeso es el acceso abierto, pero enfrenta un problema sensible. La forma de conseguir dinero para la investigación depende del número de publicaciones y citas en las revistas académicas de mayor jerarquía, la cual, en general, no permite el acceso abierto. Luego entonces publicar en revistas de acceso abierto lleva a no ser leído por casi nadie lo que significa no recibir apoyo.

Curioso, las ediciones así hechas siguen la dinámica del papel, porque la nervadura dependía del correo y lograron algo cercano a la teletransportación, cuando todavía imprimían en papel. Dan acceso por medios digitales y el investigador imprime para leer y anotar. 

Todo para hablar de los libros escolares. Ese saber es sancionado en los libros académicos por medio de pares y tiene controles bastante confiables, aunque no perfectos. En el caso de los libros escolares la sanción proviene en general de algún ministerio o secretaría. En México la propia secretaría sanciona, elabora y produce los libros de texto gratuito para primaria y licita los libros para secundaria. 

La enciclopedia representaba de la mejor manera la sanción del conocimiento. El libro, como tal y con toda su estructura de papel encuadernado, representa el conocimiento y el acceso a ese conocimiento a lo largo de todos los ciclos escolares, desde el inicio hasta la universidad. Lo que hacía que la calidad de una universidad pudiera medirse por medio de su biblioteca.

La sanción, desde luego, es fundamental, porque lo es la ciencia y los libros escolares son un puente a esa ciencia. Pero esa sanción se ha desplazado de la ciencia misma al comercio y es, entonces, cuando peligra la ciencia misma. Desde quién pagó una investigación hasta quién pagó los libros de texto. ¿Por qué no podemos, ni debemos, enseñar que la tierra es plana? 

Bordo sobre la dignidad y el precio. Sostengo pues que quienes atribuyen dignidad a los libros en papel contra el carácter material de los libros electrónicos incurren en paradoja. Tienen dignidad porque tienen precio y tienen precio porque tienen dignidad. Intento, por medio de esos apuntes, destrabar la paradoja y buscar una salida.

sábado, junio 02, 2012

3. La alteridad como investigación de mercado

La normalización significa, también, la creación de un discurso anormal o disidente o periférico. Si no todos pueden vender los libros no es sólo, y obvio, que no todos pueden leerlos, implica la creación de un espacio de alteridad, alteridad que define lo normal al estar fuera. La pornografía blanda, por usar la terminología al uso, por ejemplo, estaba dentro de los límites, en la frontera, pero con carta de ciudadanía del centro. Lo mismo ciertas disidencias.

Los últimos 60 años al menos hemos visto los caminos de los significados más externos. La normalización del feminismo, de los movimientos LGBTTI, de los verdes, ahora de los piratas. Lo que, por decirlo así, estaba fuera del discurso se convierte en uno de sus centros. La normalización, pues, implicaba un centro hasta que, al integrar tanto, ahora hay una multitud de centros.

Las perversiones de ayer son los mercados de mañana es el eslogan claro de quienes quieren solamente vender y viven en el centro. Claro que al no existir un solo centro las cosas han cambiado. La normalización implica también la imposibilidad, en principio conceptual, de encontrar otras manera de comercializar. Así les ha ido a quienes no desean el cambio.

Curioso, los libreros españoles demandan a Amazon por la sola razón de que no tienen manera de competir y, como no pueden competir, suponen que el otro viola la ley. ¿Más normalizado? No hablemos de regalar los libros o de permitir leerlos por vía de suscripción. Si cualquiera puede vender libros, no en tanto potestad sino en cuanto hecho mismo, la necesidad de espacios dedicados desaparece. Sorprende, en verdad, la casi ausencia de proyectos colaboradores para crear una alternativa a Amazon. B&N defiende su mercado anterior, cambia para intentar seguir igual. Pensemos en Google Books. Primero digitalizó y ahora, lo que es dominio público, intenta venderlo. HP ensayó vender ejemplares impresos de lo mismo. Volvemos, pues, al asunto de la nervadura.

El caso extremo, patológico, es vender un libro en cero. El proyecto Gutenberg fue, en ese sentido, el inicio del cambio fundamental de la manera de vender libros. (Venta en tanto puesta en circulación, pues la nervadura anterior implica que la única manera se da por la venta, pues la biblioteca pública presupone la compra de libros). Entre los ejemplos recientes: Ganso y Pulpo, Unglue, 24symbols, Red Lemonade. Amazon, parece, ensaya lo mismo: vender suscripción a su servicio premium y pagar
por descarga al autor o a la editorial  un cantidad mínima. ¿Qué significa que proyectos opuestos y antagónicos ensayen lo mismo? Debemos pensarlo a fondo. Ensayo: los libros ya son periferia...

viernes, junio 01, 2012

2. La normalización del discurso

Publiquemos todos siempre y cuando todos seamos unos cuantos. La supuesta superioridad del papel y su nervadura implica necesariamente la normalización del discurso y, con ello, la dificultad de producir los libros. ¿Nadie recuerda la censura? Por siglos los libros debían ser autorizados, la posesión de una prensa sancionada y, en el extremo,  algunas prensas  se volvieron clandestinas.

Pregúntenle a cualquiera que haya deambulado por las facultades unameñas del 68 sobre el mimeógrafo y, doble contra sencillo, comenzará a dar vueltas a una manivela ahora imaginaria. Imprimir, mimeografiar, fue un acto de libertad.

Quien pisa una imprenta, se creía, pisa suelo sagrado. Edición e impresión se confundían y se alimentaban. Dejaron de hacerlo. Quizás ahora sea editar y codificar, quizá ni eso.

Si editar es difícil, si hacer libros es difícil, publicar algo se torna un filtro. Sanciona, autoriza, elimina, ningunea, ensalza: normaliza. Ser aceptado era ser publicado. Se publicaba para entender el mundo, para cambiarlo, para narrarlo, para hacerlo estallar en mil pedazos iluminados. El siglo XX, culturalmente, es la historia de sus revistas y sus suplementos. Hechos por unos cuantos para unos cuantos.

Tradición, pues. Incluso tradición de la ruptura. Lo publicado por las editoriales daba sentido a lo que sucedía y señalaba caminos a lo por venir. Daba argumentos para lo cotidiano y para lo político y para casi todo. Participar en la conversación necesitaba e implicaba publicar un libro. Todo por medio de las editoriales y sus imprentas.

Todo ha cambiado. Esa sanción, esa elección, se ha desvanecido o desplazado, todavía no lo sabemos. De vez en vez leo cosas como "el libro que Amazon censuró". Lo cierto es que el hecho de la facilidad misma de imprimir y la facilidad misma de tener máquinas baratas de impresión (un taller minimalista de impresión y encuadernación de baja producción –entre 500 y 600 ejemplares por día– puede montarse con unos 12,000 dólares. Un nanotaller artesanal con 700 dólares. Las nuevas tecnologías hacen posible encontrar linotipos en nada y máquinas, como la Adana, en 400 dólares o Davidson en 600) hace posible publicar lo que se quiera con poca inversión. Además ahora es muy sencillo hacer libros electrónicos, basta una computadora y ganas de aprender a codificar o comprar algún programa que ayude a hacerlo.

Libros hermosos muchos, otros no. Pero dejemos desde este momento claro, hay un discurso que pide profesionalizar todos los procesos. Tipógrafos digitales, editores digitales, impresores digitales, encuadernaciones profesionales que desean y quieren desplazar el control a sus moradas. Falla en sus argumentos la premisa: parten de la idea de que los libros antes de la revolución digital eran buenon libros, bien hechos. Nada más falso. La mayoría de los libros del siglo XX son libros correctos, en los mejores casos. Si le creemos a Tufte, han pasado ya tres siglos sin que se haya editado ningún libro que merezca ese nombre. Porque si ese discurso es cierto, precisamos programadores, así de sencillo. Y no vale tampoco la pena darles el control.

Quienes se asuntan suponen que antes la mayoría de los libros eran buenos y estaban bien hechos. Nada más falso. Basura se ha editado siempre.

Si lees estas líneas significa que no sólo lees libros. Si lees estas líneas aceptas, tácitamente, que es posible publicar sin ser experto en codificar y sin que lo publicado tenga nada que ver con el papel.

Los discursos, pues, dejan de estar normalizados a la vieja usanza, lo que no significa que no vayan a normalizarse de nuevo, todo lo contrario.

jueves, mayo 31, 2012

1. ¿Los libros no pueden ser tan baratos?

Quienes defienden el precio (alto, en general) de los libros defienden, es obvio, una tecnología y, al defenderla, defienden la nervadura de esa tecnología. Los libros (deben) costar lo que cuestan porque su hechura y dispersión cuesta. Mucho, nos dicen. Esa nervadura, con todo, hacía difícil y costoso leer. Pasaban años, a veces, antes de poder leer cierto libro. Se dependía de ciertas revistas, de ciertos amigos, de inciertos enemigos y de la pura y llana suerte.

Todo es distinto. Ahora puedo saber cuándo aparecerá o aparece cierto libro que me interesa y puedo comprarlo. Siempre ha sido sencillo enviar físicamente los libros, pero nunca ha sido barato. Los libros electrónicos permiten hacerlo más sencillo y mucho menos costoso en muchos casos (no en todos, Amazon cobra para México 2 dólares completos por descarga de casi todos los libros digitales).

El costo de hacer el libro dependía, entonces, de conseguir derechos (adelantos, dicho con claridad), editar (traducir o corregir o ambos) y hacer (diseño, tipografía, lecturas, negativos, offset, encuadernación, papel…) todo calculado sobre el tiraje ideal para tener utilidades al venderlo por medio de la nervadura tradicional (distribuidoras regionales, nacionales, internacionales, canales de venta, librerías, escuelas, ferias, etc.).

El telégrafo desapareció (¿quién en su sano juicio manda ahora un telegrama?), las máquinas de escribir desaparecieron (o están a punto de hacerlo donde no lo han hecho), el linotipo es pieza de museo, en el mejor de los casos. La nervadura del libro en papel se transformará (Wenster Union transfiere dinero, Olivetti vende productos para oficina, Monotype ahora vende tipografía digital) o desaparecerá (Borders cerró, en México cierran librerías cada vez con más frecuencia).

No es la mejor estrategia de negocio vender caro para defender una nervadura que se tornó obsoleta.

No es que los libros ahora sean parte del entretenimiento. Tampoco que se precisen mayores cantidades. No. El problema es que la nervadura tuvo sentido cuando los posibles lectores de un libro eran, en general, pocos. No precisaba, como dice Zaid, públicos cinematográficos. Ahora sí, se volvió masivo, cinematográfico. Exige mucha mercadotecnia, lanzamientos, ruido. Unos cuantos pocos mínimos títulos venderán cantidades obscenas de ejemplares o tendrán números aterradores de descargas. Cada día los muy muy grandes serán más grandes y pensarán en términos cinematográficos. Los demás libros, los de siempre,  deberán ser gratuitos o pagaderos en cantidades mínimas por medio de suscripciones.

Los libros dejarán de poder venderse, así de sencillo. La nervadura se volverá digital por completo y los libros serán un servicio añadido, una ventaja de la nervadura, no la razón de la nervadura misma.

No es sorprendente, los libros han sido desplazados del espacio público desde hace mucho tiempo. Las librerías están siendo desplazadas del espacio comercial (centro de las ciudades, colonias o barrios en ascenso, plazas tradicionales) y el futuro es comprar por medio digital. Todo.

¿Los libros no pueden ser tan baratos? Es cierto. No pueden, van a ser gratuitos, siguen siendo caros cuando son baratos. Como si el precio les restara su dignidad. Defender que los libros electrónicos tengan un precio igual o poco menor que los libros en papel es despojarlos de su dignidad y convertirlos en pura mercancía y, al hacerlo, la convierten en mercancía imposible. Ese precio alto en realidad intenta sostener la antigua nervadura, la cual desaparecerá. No será rápido, pero tampoco tan lento. La disminución de los precios de los libros electrónicos será constante y nunca se detendrá. No se editarán, se liberarán libros. ¿De dónde saldrán los gastos? Es lo que todos los editores intentamos imaginar. ¡A experimentar se ha dicho!



Claro, la mala noticia es que los libros, que tan bien habían resistido a la publicidad, han perdido su dignidad. Para que los libros sean gratuitos, como los canales abiertos de la televisión, deben poder vendernos otra cosa. El consuelo será, quizá, que los libros poco cinematográficos no son buenos para vender nada, cuantimenos a sus lectores.

miércoles, mayo 30, 2012

¿La superioridad moral del papel?


En el reino de los fines, decía el buen Kant, todo tiene un precio o una dignidad. Precio, si es intercambiable. Dignidad, si no. Hay quien sostiene que el papel celuloso de los libros tiene dignidad, no precio. Valga, que es un fin en sí mismo. Entiende, pues, el libro electrónico como una cosa material, asunto de mundanidades, estofa de comercio, ágora de los poco iluminados: cosa para ganar dinero.

La dignidad, la muy alta misión de los libros, está en el papel. Superior moral del libro intangible. 

Como siempre el problema es que la dignidad supuesta la venden cara. My cara a veces. Quiere decir:

1. Los libros no pueden ser tan baratos.

2. No cualquiera debiera estar en posibilidad de publicar un libro.

3. No cualquiera debiera estar en posibilidad de vender un libro.

4. Los libros escolares deben estar sancionados.

5. La educación a partir de los libros de texto es la única posible.

6. Deben existir fronteras para los libros.

7. La rentabilidad es fundamental para los libros.

8. El acceso absoluto elimina el valor.

9. El cobro de regalías debe establecerse para todo libro publicado.

10. La gratuidad mata la creatividad.


La dignidad, pues, tiene precio. Ensayaré sobre cada punto en el futuro por la sola razón de que hay demasiado ruido que no me deja entender. No creo en superioridad moral alguna del papel. No creo, tampoco, en la superioridad moral de la lectura. Así como lo que representaba el libro dejó de morar en los libros impresos en papel (e incluso en los electrónicos) lo que representa la lectura dejó de estar en la lectura misma: no todo debe leerse…

domingo, abril 01, 2012

Libretas, muchas libretas.

En burlas veras: es tan difícil vender libros cuando llevan algo impreso en su interior. Hagamos pues libros para escribir, mejor. Ahora juntamos nuestro gusto por la encuadernación con nuestro gusto por los timbres. Vemos que es bueno.











viernes, marzo 30, 2012

Cuando los demasiados libros son muy pocos

Salta y me asalta la duda clara: ¿por qué es tan difícil comprar algunos libros si se clama que hay demasiados? Digo, si me llegan noticias de algún austral libro poco puedo hacer para conseguirlo, y no por ser boreal. Las razones, por lógica, pueden ser las siguientes:


1. La editorial no tiene distribuidor en el pueblito donde mora el alma lectora. (Ciudad de México, en mi caso).


2. La editorial tiene prohibido distribuir en el pueblito mencionado. (Prohibido por contrato firmado con autor o editor original por medio de agente).


3. El pueblito mencionado tiene prohibido que las editoriales de cualquier otro pueblito vendan sus libros en el pueblito primero. (Por cuestiones de salud física o metafísica, por razones impositivas, por razones ideológicas, por razones de control de divisas, por razones jurídicas y, algunas veces, sin razón alguna).


4. La editorial o su distribuidora no consideran rentable el pueblito mencionado, prefieren venderle saldos. (Vayan a la feria de saldos del Auditorio Nacional en esta semana no tan santa editorialmente y verán de lo que hablo).


5. El pueblito mencionado no tiene ninguna alma lectora, es decir,  está deshabitado.  (Dije lógica, el pueblito es un conjunto vacío, luego entonces…).


6. La editorial o el pueblito de la editorial o el libro deseado no existen (nos engaña un genio maligno o fue una farsa o es un conjunto vacío: está agotado el libro).


No digo sólo pueden ser las anteriores porque me metería en problemas. Claro, supongo que el libro es un libro físico, de esos que se imprimen en papel y se encuadernan y cuyas primeras ediciones, después de muchos años, valen mucho, en pocos caso, porque en otros son basura llana y simple.


Podemos resumir y decir, suponiendo que el libro y los pueblitos existan y no estén vacíos de almas lectoras y editoras:


Por decisión de la editorial (no tiene distribuidor, no es rentable, lo tiene prohibido).


Por decisión del autor (o su representante que no da derechos para hacerlo).


Por decisión del pueblito.


¿En el caso digital? 

Por el pueblito podría suceder, pero es harto difícil.


Luego entonces los responsables de que esta alma lectora no pueda comprar los libros digitales que quiere se debe única y exclusivamente a la editorial o al autor o a ambos. No culpen a nadie más, no exculpen tampoco a nadie.


Y lo mismo pasa cuando esta alma editora quiere editar, no puede hacerlo si el alma editora del otro pueblito no quiere o no puede. Lo mismo si el autor no quiere o no puede.


 ¿Por qué es tan difícil comprar algunos libros si se clama que hay demasiados? Porque es falso que haya demasiados libros. Hay demasiados para una librería de un pueblito. Nada más y nada menos. Hasta que alguien de otro pueblito pensó que esos demasiados eran pocos. Las consecuencias están a la vista.Y tiene nombre. Empieza con A y acaba con mazon. (Digo, queda mejor que nuestros amigos de Seattle...)


Hay cadenas de libros físicos que borran de su base de datos los libros que no venden bien según sus criterios. Son decisiones, son formas de interpretar la mercadotecnia. Son su forma de decir: no queremos que compren ese libro en nuestra cadena.


 ¿Por qué es tan difícil comprar algunos libros si se clama que hay demasiados? Porque alguien no quiere que lo compres, así de sencillo.

jueves, marzo 29, 2012

sábado, enero 28, 2012

El expolio del dominio público

De no ser cierto, parecería la mala trama de un complot inverosímil. Los últimos veinte años hemos perdido, todos, muchas y variadas obras de dominio público y las hemos perdido sin protesta alguna.


Primero se han extendido sin razón otra que seguir cobrando regalías ramas enteras: música, cine, literatura. Disney no deseaba, en circunstancia alguna, perder derechos de distintas obras. En México, por ejemplo, el catálogo de oro de la canción, como le llaman, entraba peligrosamente a dominio público y cambiaron el plazo a 100 años para beneficio, claro, de la sociedad recaudadora. Mientras, muchas obras regresaron del domino público a un limbo extraño.


Segundo, la reproducción no autorizada, como la mientan, ha pasado de falta administrativa, vamos, de daño comercial, a delito penal. En México, además, se persigue de oficio, es decir, sin necesidad de querella por parte del ofendido. Como los asesinatos, pues.


Tercero, ya no tenemos casi derecho a copia privada ni a compartir obras. Si entro a un cine legalmente y quiero hacer una copia privada para mi disfrute personal de la película que veo, derecho que la ley establece, de inmediato seré remitido por piratería por la policía. No sé si a ustedes les parezca natural pero a mí me pone muy, pero muy nervioso que haya un circuito cerrado de televisión en las salas cinematográficas, imagino que infrarrojo, observando a los espectadores. Copiar es, ya, un delito en muchas partes del mundo.


Cuarto. Las leyes se han vuelto surrealistas. En sentido estricto hacer una versión caligráfica de Tierra Baldía de Elliot es un delito, aunque sólo la haga para mí. Si continúan por esa senda, sacar un libro de la biblioteca será un delipo muy pronto. Sólo es legal lo que costó dinero y tenga una manera verificable de que ese dinero llegue a una sociedad de gestión o a una empresa detentadora del copyright. Si le regalo a alguien una película y no tiene manera de garantizar su posesión legal puede estar en problemas.


Quinto. Digitalizar parecía una gran idea. El problema está en los detalles. La nube, ay, no llueve para todos. Ejemplo sencillo. Las obras completas de Lafcadio Hearn, en la hermosa edición de Houghton Mifflin, papel verjurado, grabados intercalados, 750 ejemplares numerados, encauadernados a mano, intonsos, tejuelo de cortesía, son de dominio público y la edición fue digitalizada por Google y era del todo accesible. Ahora no se puede ver, imagino, en varios países y, quizá, tenga que pagarse por hacerlo. El problema no son las obras huérfanas, el problema es quién tiene derechos de reproducción. Como las obras que están en los museos. Son de dominio público, sí, pero para poder reproducirlas hay que tomar una imagen de la obra, lo cual es imposible sin el permiso del dueño de la obra. No es del todo descabellado que el mismo criterio se aplique a los libros. El texto, sí, es dominio público, pero no podrás reproducirlo sin el permiso de quien tenga algún ejemplar y, la letra pequeña, no haya firmado un contrato con un digitalizador que prohibe por x años hacerlo.


Sexto. Cada día los museos parecen más parques temáticos. La fantasía de el Chacal, como le apodan al agente literario más, digamos, caballeroso, es hacer parques temáticos de Sherlock Homles o Shakespeare. Lamenta que los herederos no hayan actuado con inteligencia y hayan pasado a dominio público. Hay mucho dinero en ello.


Séptimo. El dominio público pagante levanta la cabeza. Muchos ni siquiera tienan idea que existe. En México existió por muchos años. Al 2% de los ingresos por explotación de obras de dominio público debía ingresarse a las arcas de la Tesorería de la Federación, previo aviso a la Dirección General del Derecho de Autor. El 2%. En la anterior reforma a la ley en México se proponía volver al domino público pagante, no se aceptó, pero no es seguro que no lo intenten de nuevo. En otros países le llaman canon. El paraíso para las sociedades de gestión: 2% dominio público, 2% fotocopias y canon, 2% internet...


Octavo. Si algo es libre hoy, puede no serlo mañana. Cambiaron de 50 a 70 años en muchos países. Pueden cambiar ahora a 100. Lo único que espero es que el papa, como representante legal de dios en este valle de lágrimas, no pida el pago de regalías por todas las biblias vendidas.


Noveno. La santa y apostólica academia, imagino, sueña con poder registrar los sentidos de las palabras, no sólo las palabras, sino los sentidos de las mismas. La ambigüedad. la vaguedad, significarían dobles ingresos. Pronto nos comenzarán a cobrar por palabra...


Décimo. Como en la serie Misión imposible, los ejecutivos de los estudios imaginaron un DVD que, después de abierto, se ennegreciera 15 días después y se volviera ilegible. Los editores imaginaron tintas especiales no reflejantes a la obscena luz de las fotocopiadoras. ¿Recuerdan cuando la preocupación era cómo hacer que la gente leyera?


Tomás Segovia, hace mucho, lo comentó en un encuentro de traductores. Dijo, más o menos, que cuando era joven el taductor se preocupaba por la calidad. Cuando ofreció su charla, nos cuenta, la mayor preocupación era por las tarifas, por el dinero. Lo mismo pasa ahora.La cultura se nos volvió administración y el dominio público un activo capitalizable. Así nos pinta el futuro...





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