martes, febrero 12, 2013

Sobre la naturaleza de las cosas digitales



¿Cuándo dos libros son el mismo libro? Digamos, dos ediciones distintas del Quijote son, en un sentido importante, el mismo Quijote. Cualquier edición en otro idioma distinto al español del Quijote es el mismo Quijote. Hay, pues, un sentido de mismidad que no depende de nada más que el ser la sucesión precisa de palabras que es el libro. Lo que distingue las distintas ediciones y las distintas impresiones de la misma edición de cualquier libro es, curiosamente, cierta errata o cierto material o cierta técnica. Quienes saben de Dickens verifican la página 16 de la primera edición de una de sus obras para saber si se trata de la primera impresión de esa primera edición o una impresión posterior. Buscan una errata. El ISBN identifica, precisamente, la mismidad de los libros. En el ejemplo de Dickens, las distintas impresiones de la primera edición llevarían, según los criterios actuales, el mismo ISBN por diferir en casi nada entre sí. Para el ISBN serían el mismo libro, para el coleccionista no.

El problema es para los lectores. Quien desea leer, por ejemplo, Pedro Páramo, no tiene demasiado interés en saber la historia de las distintas ediciones. Hay, pues, un sentido en el cual el libro Pedro Páramo es algo distinto de los ejemplos concretos. Un libro platónico, si se me permite. La sucesión exacta de palabras que es Pedro Páramo. Ese libro, ese metalibro, tendría un metaISBN. 

En el caso de los libros digitales el asunto es mucho más sencillo y mucho más complicado. La sucesión exacta de palabras que es Pedro Páramo está señalada por medio de marcas para desplegarse de distintas maneras en distintos dispositivos, pero la sucesión exacta de palabras es la misma. Todas las ediciones son la misma edición, aunque el marcado de esa sucesión tenga variaciones. Un libro digital es, pues, una sucesión ordenada de ceros y unos que se actualiza en cada dispositivo por medio de reglas especificadas de antemano. Por eso es tan importante disponer de reglas de marcado neutras y eliminar los candados. 

Muchos reflexionan desde la abundancia. Disponen de bibliotecas públicas, de bibliotecas universitarias, de librerías, de sistemas de distribución modernos. Para quienes reflexionan desde la facilidad para leer muchos libros encerrarse en un sistema (Amazon, iBook, Adobe) es un asunto grave. Quienes reflexionan desde la escasez, un sistema cerrado que permite la lectura de mucho libros, otrora imposibles de conseguir, es el paraíso. Recibir los libros por correo fue, para muchos de quienes leemos desde la escasez, una avance notable. El libro electrónico derribó fronteras. Seguimos en la fiesta lectora.

Comprar cualquier libro desde cualquier lugar del planeta. ¿Quiénes pueden ofrecer un acuerdo de ese talante? Barnes & Noble, por ejemplo, odia a quienes vivimos fuera de Estados Unidos. Literalmente. Todo, absolutamente todo, es imposible si no se es ciudadano o residente norteamericano. Apple no se ha quedado atrás. Después de años, años, de poder comprar libros en Amazon, tiene meses que se pueden comprar en iBooks. Los editores españoles también odian a quienes no somos peninsulares. No nos dejan comprar lo que queremos donde queremos y de la forma que queremos. Y nos quieren vender caro, muy caro. Todos y cada unos de sus libros.

El mercado de libros usados es, ha sido, una salida para quienes desean leer pero no disponen de suficiente dinero para hacerlo.  Sea por la razón que sea. Impedir, por ejemplo, que se compren libros de texto en Asia para revenderlos en Estados Unidos nos permite ver cuál es el problema. Un libro no es el mismo libro para asuntos de mercado, así de sencillo. La mismidad debe pasar, necesariamente, por la substancia del precio. El libro asiático es el mismo libro que el norteamericano si valen lo mismo, valga, si le paga el vendedor lo mismo a la editorial norteamericana. De otro modo, no es el mismo libro. 

Amazon obtuvo una patente para vender libros electrónicos usados. Todos, a una voz, dijeron: ridículo; ¿así de idiotas somos?; lo que nos faltaba. Amazon lleva ya muchos años demostrando que entendió a la perfección lo que es un libro y para qué sirve. Un libro es una sucesión precisa y única de palabras ordenada para leer. El lector quiere poder leer el libro que desea leer en el momento en que lo desea a un buen precio (no necesariamente el menor). Algunos quieren ediciones específicas, la mayoría no. Los lectores quieren el mayor catálogo posible, más es más, no menos. Encerrarse en un sistema como el de Amazon no es, para la mayoría de los lectores, un problema; ni siquiera una limitación. Es una liberación.

El paso al libro electrónico fue inevitable. Dar mayor rapidez y, con ello, mayor satisfacción al lector, sólo es posible por medios instantáneos. ¡Quiero ese libro ya! Amazon vende los mismos libros que vendía antes. 

¿Y la patente? Muy sencillo, para Amazon el problema es el de los libros electrónicos que sus lectores, subrayo, sus lectores (de Amazon, en pasado, en presente y en futuro) han comprado en otros sistemas cerrados. La mejor manera es abrirlos y, de nuevo, estará dispuesto a perder dinero. Les dice: venda sus libros usados de Amazon a otros de Amazon. Pero más importante: venda sus libros electrónicos encerrados por Adobe o por cualquier otro sistema a cualquiera en Amazon o en otro sistema. Intenta, creo, romper el DRM de manera legal y quedarse con los lectores dándoles lo que quieren: libros para leer. 

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